En cuanto llegamos por la mañana, entre todos leímos lo que ponía. Era de Federico, un esqueleto que quería venir a vernos.
Nosotros estábamos encantados con que viniera a clase; debió intuirlo porque al día siguiente ya estaba allí, fue una gran sorpresa y pasamos todo el día mirándolo, tocando sus huesos, contando cada pequeño hueso de la mano…
No creo que se sienta nada solo porque siempre hay alguien a su lado, o que al pasar le toca la pierna, o el brazo, o la mano…
En la asamblea han decidido que también hay que contarlo, y es verdad que está ahí ¡¡y siempre muy atento, por cierto!! ¡¡Seguro que está aprendiendo mucho!!
Y aquí sigue, con nosotros, hemos decidido que queremos aprender el nombre de algunos de sus huesos y aprovechamos que está aquí para localizarlos y ver cómo son más detenidamente.
¿Os apetece acompañarnos en esta pequeña aventura?
Estad atentos.
Muchos besos